miércoles, 9 de enero de 2013

Carta a una nueva formación política

  Hola. A estas alturas, imagino que habréis escuchado todos los argumentos en contra de la creación de un nuevo partido (que el sistema representativo no puede traer nada bueno, que el poder corrompe, que el progresismo se queda en nada, que aceptar su juego es el primer paso para perderlo…); El sistema representativo, efectivamente, es el problema y el pasado; pese a todo, desde una formación política podrían llevarse a cabo acciones interesantes. Aquí van unas cuantas propuestas, libres de derechos.


  • El descrédito del PPSOE es patente y no hace falta una lista de razones que los convierta en antidemocráticos. Hasta hoy, la ley d’Hont asegura su victoria, pero habría una manera —casi utópica— de utilizarla contra ellos. Imagina que el resto de formaciones políticas deciden unirse para sacar del tablero al PPSOE. La población votaría entre PP, PSOE, y una tercera fuerza que aglutinaría todas las opciones políticas e ideológicas, sin más. Esta tercera fuerza, identificada con el pueblo plural, muy difícilmente no conseguiría un resultado arrollador, ayudados además por la ley d’Hont, que inflaría las cifras exponencialmente. Una vez sacados del panorama al PP y al PSOE, y renovada la ley electoral (es decir, ya sin ley d’Hont y con listas abiertas), unas nuevas elecciones conseguirían una mejora en las condiciones democráticas. En contra: parece muy complicado conseguir ese grado de consenso entre los diferentes partidos, y en el mejor de los casos, seguiríamos dependiendo de un sistema representativo que tiene poco que ver con una democracia real.

  • Una segunda opción es la de la democracia líquida, 2.0 o como se le quiera llamar: un programa, red social o aplicación mediante la cual todos pudiésemos votar y hacer nuestras propias propuestas cada propuesta a tiempo real. El error es creer que va a implantarse sola, o que es necesario derrocar primero el poder actual. No. Poner en marcha desde ya un sistema virtual de democracia, aun cuando no tuviera implicaciones reales en la práctica del poder ejecutivo, conseguiría de un buen número de logros: la voluntad popular real (no manipulada) sería consciente de sí misma y de sus posibilidades. Manejaríamos cifras reales. Pero ¿qué se puede hacer al respecto desde una formación política? Impulsar la democracia líquida y llevarla al congreso. Imagina que en la web de vuestro partido, todo el mundo puede votar, dar su opinión, proponer, etc. El partido político no tendría unas “políticas propias”, sino que se limitaría a apoyar aquello que ha sido aprobado por la mayoría de los votantes. Sería llevar la democracia a los órganos representativos. ¿Durante cuánto tiempo? Llegado el momento, sería obvio que el pueblo no se expresa mediante la suma de formaciones políticas, sino únicamente mediante la de tal formación, de modo que, como ya he dicho alguna vez, se produciría una ruptura, que culminaría en una democracia real. En contra: la inseguridad informática y la complejidad en la organización de un sistema no jerárquico.

  • Una tercera acción interesante desde el partido político (continuadora de la linea del 15M) consiste en alterar el funcionamiento del sistema político actual en municipios pequeños. Grupos itinerantes acudirían de pueblo en pueblo educando a sus habitantes en las prácticas asamblearias con el propósito de que creasen sus propias formaciones (incluso en el seno del mismo partido) para que el pueblo reunido tuviese el poder ejecutivo sin necesidad de representantes. Esto debiera llevar a un entramado asambleario comarcal e intercomarcal… es decir, se organizaría una democracia de abajo a arriba, desde el entorno más concreto a todo el espectro geográfico. En contra: aunque se van dando casos de modelos similares a éste, parece que las grandes ciudades se resisten a esta organización. En ese sentido, las asambleas del 15M han conseguido mucho, y también han planteado muchos cabos sueltos. No creo que sea una opción a descartar, sino a perfeccionar.



Continuará...