domingo, 12 de febrero de 2012

13 de Febrero de 2012


A Fulano de Tal, en el 13 de Febrero del 2012. Remitente: Inopia.

Querido Fulanito: he leído tu carta con emoción, he sentido contigo tu incertidumbre y he aquí que acudo en tu ayuda. En lo que buenamente pueda, que no es mucho ni poco, tendrás de mí cuanto esté en mi mano; tú y en tu nombre los ciudadanos de las sufridas tierras de Espanto. Vuestro dolor lo llevo dentro como lo llevan los hombres y mujeres de todo el mundo. Estamos todos con vosotros, en las calles, diciendo basta, juntando nuestra voz a la vuestra, interponiendo nuestros corazones entre vosotros y las cargas de los antidisturbios, para que podáis plantar cara en pie a los golpes con que quieren acallaros. Sentidnos a vuestro lado.

Como bien dices, no podéis seguir esperando soluciones de quienes os traen los problemas. Y es necesario despertar: no os dan problemas porque hagan mal su trabajo. No son malos políticos: son sencillamente políticos, y su trabajo es daros problemas. No esperéis a que ellos os den la palabra, viven de adjudicarse ellos vuestra palabra. Quizá andáis algo desorientados: unos y otros hablan de democracia como de escaparate, hasta gastar el nombre. Pero llamemos a las cosas por su nombre. El sistema de gobierno que tenéis, que ellos defienden, por lo que cuentas, es lo que se llama plutocracia. Esto es, el sistema de gobierno en que el poder es detentado por los poderosos, por aquellos que tienen las riquezas. No es momento de andarnos por las ramas: sois los dueños legítimos de ese poder, ellos os lo han robado. Y al robo de poder se le llama “golpe de estado”, con que esa plutocracia no es ni más ni menos que una forma de dictadura. Espanto debe despertar.

Cómo hacerlo. Dices que ves todo negro. Pero permíteme decirte que si ves negro es porque al fin se derrumba el imperio de Lo Gris. Lo que os han hecho es un golpe de estado, lo que tenéis que hacer es una revolución. Me hablas de las millones de personas que se están manifestando por toda Espanto, me cuentas que los medios, controlados por el estado, no se atreven a hablar de ellas. Ésa es buena señal: tienen miedo. Adelante, estáis haciendo historia. Estáis en el camino, pero no os quedéis en él. No diluyáis vuestra fuerza en manifestaciones inútiles: tal vez les pese que hayáis tomado conciencia de las proporciones de su farsa, pero eso no será suficiente para que os devuelvan lo que es vuestro. Son parásitos, y no saben hacer otra cosa. No se irán por las buenas.

¿Qué hacer, entonces? Por lo pronto, no olvidéis, no perdonéis. Cada día, me dices, violan más derechos, pasan por encima de la ley y la justicia, exageran un poco más la humillación del trabajador. Registradlo todo: cada afrenta, cada delito, cada caso de corrupción. Antes o después haréis justicia. Yo no puedo decirte cómo tenéis que escribir vuestra historia. Pero puedo recordaros cómo se escribieron otras. Me hablas de distintos proyectos: de cierto “partido de internet”, de diferentes proyectos (“democracia líquida”, “eDemocracia”, etc.): programas informáticos o redes sociales que permitirían prescindir de la clase política, posibilitando el voto electrónico directo del ciudadano en el congreso, y de este modo, alcanzar al fin una democracia real y activa por parte de los ciudadanos.

Me cuentas que se ha presentado alguno de estos programas como proyecto de ley con la esperanza de que la clase política lo apruebe… evidentemente no lo harán. Por lo que me cuentas, ya no tienen argumentos ni formas que guardar. La estafa es evidente, pero eso no anula al estafador; únicamente lo hace visible. Se ampararán en cualquier eventualidad, o no se tomarán la molestia de dar explicaciones. Lo que es seguro es que no aprobarán su pérdida de poder: una vez más, son (y sólo saben ser) parásitos.

Seguro que has estudiado la revolución francesa. La analogía no es exacta pero sí útil, así que te lo pido, Fulanito, sé indulgente con lo impreciso y torpe de mi explicación. En 1789, el pueblo francés sentenció que en ellos residía la soberanía de la nación, y que por tanto, el absolutismo por el cual Francia venía rigiéndose, no era ya válido. Hasta entonces, en los “estados generales” (lo que vendría siendo, de alguna manera, el congreso), la voz del pueblo estaba en permanente minoría (con un voto) frente a los estamentos de la iglesia y la nobleza (un voto y otro voto respectivamente), con el resultado perpetuo de que la minoría poderosa y privilegiada obtenía su “mayoría” (absoluta, podríamos decir) frente al pueblo. Además, estos “estados generales” se convocaban por el rey, sólo excepcionalmente, y no tenían carácter vinculante, sino sólo de consulta: al final, todas las decisiones estaban en manos del monarca.

Lógicamente encontramos muchas diferencias entre la Francia del siglo XVIII y la Espanto del XXI. Lo preocupantemente es la cantidad de similitudes. En el Antiguo Régimen francés, la población privilegiada (aproximadamente el 20%) imponía sus intereses, frente a un tercer estamento minoritario y no privilegiado al que pertenecía el 80% de la población. En la Espanto actual, se ha llamado “mayoría absoluta” al poder que una minoría del 30% de la población ha impuesto con sus votos (y gracias a un juego amañado) frente a un 70% que se declara contrario al gobierno. En ambos casos, el reparto coincide: la minoría (20-30%) obtiene dos tercios del espectro político, mientras que el 70-80% de la población queda representada únicamente por un nebuloso tercio restante.

 A esta injusticia, como a la opresión e impunidad del poderoso, un día respondió el pueblo francés. Ellos, y no el rey, eran el estado. Así que declararon ilegal aquella forma de gobierno, se negaron a seguir participando de un sistema injusto. Abandonaron los estados generales para formar los suyos propios: la asamblea general, en la que todos eran bienvenidos (invitaron a unirse a los demás estamentos), pero en la que no se harían distinciones por estamento ni se concederían privilegios a unos sobre otros. Nacía la democracia.

Lo que Espanto pide es democracia real ya. El pueblo de Espanto hoy no tiene representación real, ni mucha ni poca, si no es en la calle. Por eso ha salido a la calle y ha dicho basta. Y por mucha violencia policial y terrorismo de estado que pongan por medio, Espanto dice basta a esa Edad Media en que está sumida y en que a unos les conviene mantenerla, Espanto ha dicho no al absolutismo y sus representantes. Me pides, Fulano, Fulanito, que te ofrezca una solución, una manera de seguir caminando hacia delante. Desde luego, no es fácil, pero aquí va mi propuesta: es la hora de declararlos ilegales.

El próximo 15 de Mayo, hará un año desde el inicio de vuestras protestas. Desde entonces, la tensión no ha hecho más que extenderse. Los indignados se levantan ya por todos los rincones del planeta. El próximo 15 de Mayo (dejo a vuestra elección los pormenores: si debiera organizarse una manifestación nacional, una huelga general…), el pueblo de Espanto, reunido en asamblea general, y haciendo uso de su soberanía, declararía ilegal el sistema de poder actual, proclamando una democracia real. Desde ese día, ésta se llevaría a cabo (con o sin el consentimiento de los poderosos) aprovechando las posibilidades de una democracia digital (me hablas de Anonymous como de una legión de guardianes al servicio del pueblo. Podrían desempeñar un buen papel al respecto), en complemento a la  imprescindible organización asamblearia de un poder que empieza en el ciudadano y termina en él.

Además, se instaría a los políticos responsables y sensatos, a abandonar el congreso y unirse, al fin, a la democracia. El pulso puede prolongarse un tiempo. Los primeros meses tal vez fuesen los de mayor desorientación, pero no hay que perder los ánimos. Conseguir coordinar un programa de participación ciudadana a nivel nacional, es ya un reto bien grande. En el peor de los casos, Espanto contaría con la herramienta que le permitiría conocer, defender y publicar su voluntad popular. De este modo podría hacerse frente a la manipulación constante de los medios. El descrédito definitivo de los sistemas liberales de representación llegaría en cuestión de tiempo. A partir de ese día, cada ciudadano tomaría las riendas de su actividad política de forma personal y voluntariamente. El poder es vuestro, es hora de que lo demostréis. Y Espanto, un día, podrá dejar de llamarse Espanto.